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Ser profesor en tiempos de crisis

Escrito por María José Olivares
16 de octubre de 2023
Publicado en Actualidad
Ser profesor en tiempos de crisis
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Cuando se es un estudiante brillante (académicamente), todos los de alrededor esperan la elección de una profesión “que te saque de la pobreza”: médico, abogado, ingeniero. Pero al elegir pedagogía, la gente se pregunta (dramáticamente) “¿por qué?” ¿por qué aspirar tan bajo si, con el talento que tiene, puede llegar a la cima?”. Ahí comienzan los cuestionamientos y los intentos de “hacer entrar en razón”.

Es difícil ser profesor. Partiendo por la carga social que eso significa. La mayoría de los profes que conozco, vienen de orígenes humildes, de familias de mucho esfuerzo, rodeados de pobreza, injusticias y desigualdad. Muchos ni siquiera fueron los mejores en el colegio e incluso, no daban ni un solo peso por su futuro.

Ser profesor es adverso. Significa ir en contra de todo lo establecido. Significa ser criticado constantemente, cuestionado por la familia, los amigos y la sociedad. Ser profesor, es convertirse en un mártir, en un apóstol.

Ser profesor es agotador. Porque a pesar de tener todo en contra, de soportar los comentarios de los amigos, de la familia y de la gente, es una labor noble que requiere de todo el esfuerzo, de toda la entrega y de todo el tiempo.

Probablemente, esto sería todo lo que tengo que decir de lo que es ser un profesor. Sin embargo, a todo esto, hay que agregar algo aún más complejo. Ser profesor en tiempos de pandemia.

Después del estallido social, Chile sufrió una serie de cambios sustanciales. El ciudadano común dejó de creer, y comenzó a cuestionarlo todo. Empezamos a informarnos, a investigar, a leer. Encontrándonos con grandes decepciones en el camino. Obviamente, la educación se vio profundamente afectada. Las constantes manifestaciones callejeras, obligaron a los colegios a reducir los horarios y a modificar sus planes de estudios. Los profesores, tuvieron que dejar de lado la estructura rígida del currículum, para generar instancias de conversación y contención con sus estudiantes.

En marzo, cuando pensábamos que todo sería relativamente normal, el coronavirus nos obliga a suspender las clases presenciales para comenzar con “la era de la educación virtual”. De aquí en adelante, el rol del profesor fue mucho más criticado que de costumbre, fue vilipendiado, cuestionado y pisoteado con mucha mayor intensidad.

Todos cometemos errores, pero el error del profesor es castigado con mucha severidad. Apoderados en masa, hablando de los nefastos que son los profesores y poniendo en tela de juicio el sueldo que reciben “por no trabajar y estar en su casa descansando” mientras “nosotros, los padres, tenemos que cuidar a nuestros hijos”. Una serie de publicaciones en redes, donde personas que, en su vida han vuelto a pisar un colegio después de terminar sus estudios, se sienten con el derecho a exigir el no pago a los profesores, de reclamar porque sus hijos no asisten a clases y a que los profes, prácticamente, les hagan clases en sus casas.

Ser profesor, es difícil. Pero es mucho más difícil en tiempos de pandemia. Lidiar con el confinamiento (voluntario o no) es angustiante, estresante y cansador. Estar todo el día frente a la pantalla preparando material para que los estudiantes lo resuelvan, hacer clases online y atender a todas las necesidades educativas de manera no presencial, es algo que no siempre se puede controlar. Si a eso, le sumamos la exigencia y la falta de criterio de los sostenedores y directivos, estamos ante un escenario adverso.

Profesores sobre exigidos, presionados, nerviosos y no capacitados en el uso de plataformas, ha sido el gran talón de Aquiles de “la educación virtual” de emergencia. Profesores que deben costear de su propio bolsillo los recursos para que sus clases resulten de mejor calidad y para que los directivos no los cataloguen de “flojos” o con “falta de compromiso con el establecimiento”. Profesores que, además, de lidiar con el trabajo en casa, deben lidiar con su propia casa (no me referiré a las madres, porque eso da para otro artículo). Profesores que se han topado con dificultades que siempre han estado, pero que ahora son más evidentes: la desigualdad.

Normalizar y romantizar la desigualdad en la educación no está bien, le hace daño al profesorado. Ver noticias donde profesores recorren kilómetros por entregar recursos a sus estudiantes hace que se cuestione el profesionalismo de quienes no lo hacen. Ser profesor es un trabajo como cualquier otro. No le pediríamos a un ingeniero en construcción que compre él mismo los materiales para construir un puente, no le pediríamos a un médico que pague las operaciones de sus pacientes. Entonces, ¿por qué pedirle a un profesor que compre los recursos para hacer sus clases o preparar los materiales virtuales? ¿acaso existen profesiones de primera y de tercera categoría? ¿acaso un profesor está condenado a martirizarse por haber elegido la docencia como un castigo por no haber elegido una carrera socialmente exitosa?

Es imposible ser profesor ahora mismo, y no querer quemarlo todo. Porque esta educación desigual, este maltrato sistemático a la docencia y las declaraciones insultantes del ministro de educación, no generan más que indignación y una ira explosiva.

Ahora, ad portas del aniversario del 18.10, las ansias de justicia y de destruir para construir están más fuertes, más intensas. Porque no es justo que las autoridades se llenen la boca con la educación y su importancia, pero no respeten a quienes la hacen posible: los profes.

Ser profesor es difícil e ingrato, pero también es noble y enriquecedor. Porque a pesar de estar en una situación angustiante y aterradora, los profesores contienen, escuchan, enseñan y aprenden. Porque, aunque se sientan atrapados y molestos, atienden a sus estudiantes con una sonrisa sincera, porque buscan herramientas para mejorar y reciben el bombardeo de críticas con entereza y valentía. Soportando estudiantes que no quieren aprender, a apoderados que no quieren respetar y a jefes nefastos que no quieren ver el gran esfuerzo (a costa del bienestar físico y emocional) que los profes están realizando para cumplir con su labor.

Ser profesor, en tiempos de cuarentena, es una tarea que no todos pueden asumir.

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